miércoles, 9 de febrero de 2011

La escalera


En casa tenemos una escalera interior. Muy mona ella, con los paneles de cristal, de mármol blanco, con la pared naranja, una viga a la vista pintada de un naranja más fuerte aún y todo el conjunto ocupando más sitio del que debería en un dúplex tirando a pequeño. Dado que compramos el piso desde la inexperiencia (estado en que se compran la gran mayoría de los pisos, ya que casi todos compraremos solo uno en nuestra vida) nos quedamos con la parte mona de la escalera. Es decir, su pared naranja, su viga a la vista, su mármol blanco y su panel de cristal. Si hubiéramos tenido experiencia, nos habríamos dicho interiormente: "Mmmmm... esta escalera, tan mona ella, es un poco estrecha, probablemente demasiado estrecha para los requísitos legales". Diríamos "requisitos legales" porque en este universo paralelo somos inteligentes y sabiondos hasta dar mucha rabia.

Y es que la puñetera escalera (tan mona ella) es demasiado estrecha, supongo que en un intento de hacer ganar espacio al demasiado pequeño dúplex.

"Bueno, nena" os diréis "la escalera es estrecha, pero no es tan grave. Puedes subir por ellas..."

Ingenuos. Yo puedo subir por las escaleras. Mi nevera no. Mi buffet rústico recién comprado para el comedor tampoco. El sofá las pasó canutas, y eso que es modular. Y ahora nos van a dar un sofá cama y no sé si mi escalera aceptara tragárselo.

Para poder subir la nevera tuvimos que alquilar una grua que casi nos arranca la ventana de la pared (ah, el superventanal, otro post entero para él merece). Para poder subir el buffet hemos tenido que devolverlo a fábrica para que lo corten en un par de pedazos más.

Quizás con vaselina, cariño y diciéndole lo mucho que la quiero haga un esfuerzo. Por mí. Odio mi escalera (tan mona ella).

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