lunes, 3 de noviembre de 2008

Quiero ser un tio

Ayer vinieron unos amigos a casa a jugar al Sing Star. Entre berreo y berreo, cantando unos mejor y otros peor (aunque supongo que los vecinos nos odiaron igual, afináramos o no), íbamos echando unas risas. Para que engañarnos, sobre todo cuando cantaba mi marido, que es un solete pero no atina ni una (aunque con la práctica está mejorando). Una tarde genial, de buen humor. Cenamos, vimos un capítulo de Perdidos y nos fuimos a la cama.

Hecatombe. No sé exactamente que cable se me cruzó. Me peleé con el gato, por muy triste que suene y estaba tan harta de que en uno de sus arrebatos me mordiera que le mordí yo a él. Y no os lo aconsejo, que si escupen bolas de pelo no es por afición. Y Marc venga a echarme bronca, que si estaba loca, que eso no se hacia, que el gato no se podía tratar así. ¡Total, por un mordisquito de nada! Pero me dio la llorera porque el gato me odiaba. Una llorera de cuatro horas.

Aclaremos algo antes de que me cataloguéis como la loca que muerde a un gato y después se pone a llorar porque el gato la odia. Tengo la regla. Algo incomodo y que hasta hace poco no me alteraba el humor. A mis 27 añitos he descubierto el maravilloso mundo de los desarreglos hormonales cuando me viene la regla. Hasta hace poco, era algo incomodo que se tenia que pasar pero ya está. Ahora, vete tú a saber porque, me da por llorar, reír, tener ataques de efusividad y cinco minutos después querer aislarme para que nadie me vea. Y comer chuches.

Y cuando me faltan chuches, morder gatos.

Quiero ser un tio...

No hay comentarios: